Hace un par de años, compré una orquídea. No me cansaba de mirarla y le saqué docenas de fotos.
A pesar de mis cuidados, falleció.
Un día, subiendo a la Peña Izaga, por el camino, encontré esta piedra y en ese momento, me vino a la mente pintar en ella mi orquídea.
Sobre mi mesita de noche, esta flor nunca se marchitará